Pilares de la Tierra, Los by Ken Follett

Pilares de la Tierra, Los by Ken Follett

autor:Ken Follett [Follett, Ken]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: spanish, Novela
ISBN: 9788497592901
publicado: 2008-05-26T16:00:00+00:00


CUARTA PARTE

1142-1145

CAPÍTULO XI

El triunfo de William se vino abajo con la profecía de Philip y, en lugar de sentirse satisfecho y jubiloso, se sintió aterrado ante la posibilidad de acabar en el infierno por lo que había hecho.

Había demostrado bastante arrojo al contestar a Philip en tono de mofa “¡Esto es el infierno, monje!” pero eso fue debido a la excitación del ataque. Una vez que todo hubo pasado y que él y sus hombres abandonaron la ciudad en llamas; cuando sus caballos y los latidos de sus corazones frenaron la marcha, cuando tuvo tiempo para analizar con detalle la redada y pensar en cuantas personas había herido, abrasado y matado, sólo entonces se le vino a la mente el rostro airado de Philip y su dedo señalando a las entrañas de la tierra, así como sus palabras cargadas de terribles presagios: “¡Irás al infierno por esto!”

Cuando se hizo la oscuridad, se sentía absolutamente abatido. Sus hombres de armas querían hablar de la operación, destacando los momentos cruciales y deleitándose con la carnicería; pero pronto se sintieron contagiados por el talante de William y se sumieron en lúgubre silencio. Aquella noche la pasaron en las tierras de uno de los más importantes arrendatarios de William. Durante la cena, los hombres, malhumorados, bebieron hasta casi perder el conocimiento. El arrendador, conociendo el ánimo de los hombres después de una batalla, había llevado a algunas prostitutas a Shiring, pero hicieron escaso negocio. William permaneció despierto durante toda la noche aterrado ante la posibilidad de morir en pleno sueño e ir derecho al infierno.

A la mañana siguiente, en lugar de regresar a Earlcastle, se fue a ver al obispo Waleran. Cuando llegó, el prelado no estaba en su palacio, pero el dean Baldwin dijo a William que esperaban que llegara esa misma tarde. William aguardó en la capilla, mirando la cruz que había sobre el altar y estremecido de escalofríos pese al calor estival.

Cuando al fin llegó Waleran, William se sentía dispuesto incluso a besarle los pies.

El obispo entró presuroso en la capilla, envuelto en sus negros ropajes.

-¿Qué haces aquí? -le preguntó con frialdad.

William se puso en pie intentando disimular su abyecto terror bajo una apariencia de seguridad en sí mismo.

-Acabo de prender fuego a la ciudad de Kingsbridge...

-Lo sé -le interrumpió Waleran-. Durante todo el día solo he oído hablar de ello. ¿Cómo pudiste hacerlo? ¿Acaso estás loco?

Aquella reacción cogió por sorpresa a William. No había hablado de antemano con Waleran acerca de la incursión porque estaba completamente seguro de que la aprobaría. Waleran odiaba cuanto se refería a Kingsbridge, en especial al prior Philip. William había esperado que se mostrara complacido, cuando no jubiloso.

-Acabo de aniquilar a vuestro mayor enemigo. Ahora necesito confesar mis pecados -dijo.

-No me sorprende -le contestó Waleran-. Se dice que hay más de un centenar de muertos abrasados. -Se estremeció-. Una forma horrible de morir.

-Estoy preparado para confesarme -manifestó William.

Waleran meneó la cabeza.

-No sé si puedo darte la absolución.

William lanzó un grito agónico.

-¿Por qué no?

-Ya sabes que el obispo Henry de Winchester y yo estamos otra vez del lado del rey Stephen.



descargar



Descargo de responsabilidad:
Este sitio no almacena ningún archivo en su servidor. Solo indexamos y enlazamos.                                                  Contenido proporcionado por otros sitios. Póngase en contacto con los proveedores de contenido para eliminar el contenido de derechos de autor, si corresponde, y envíenos un correo electrónico. Inmediatamente eliminaremos los enlaces o contenidos relevantes.